domingo, 5 de abril de 2015

Ezequiel Adamovvsky: “El porcentaje de argentinos que se autoperciben de clase media es más alto que en países de Europa"

* La versión original de este reportaje se publicó en el día de hoy (05/04/2015) en el Buenos Aires Herald, en inglés. Por razones de espacio, la versión disponible en el matutino es más reducida. Acá publico la entrevista completa y en castellano.























“La identidad de clase media se construye a partir de la frontera que trazan con el mundo de los de abajo”, explica el Doctor en Historia Ezequiel Adamovsky. En una entrevista con BAE Negocios, el autor de “Historia de la clase media en Argentina” señala que la formación de esta identidad, que termina de cobrar forma durante la etapa peronista, estuvo asociado a ciertas narrativas nacionales que asociaban el progreso con los nuevos sectores medios descendientes de inmigrantes. La contracara “irracional” e “incivilizada”: el bajo pueblo, plebeyo, criollo y mestizado. En espejo a este prejuicio, el académico destaca que ciertas minorías vinculadas al peronismo y la izquierda durante los 60 y 70 construyeron un estereotipo de “clase media” refractaria a los intereses populares, invariablemente retrógrada en sus apreciaciones políticas. 

Desde el conflicto abierto con las patronales del campo en 2008, el kirchnerismo –afirma Adamovsky- incurre en el mismo error de considerar a los sectores medios como si fueran un bloque homogéneo enfrentado a las causas del Pueblo, cuando una mirada más adecuada de la serie histórica revela que en rigor siempre existieron lazos de solidaridad entre sectores de la clase media y las clases trabajadores, con mayor o menor intensidad según el contexto. Por si fuera poco –agrega-, el kirchnerismo cosecha un buen número de adhesiones entre los sectores medios, si bien su base social es mayoritariamente de extracción popular.  “La polarización actual es política pero no coincide con un corte de clase, a diferencia de lo que sucedía con el peronismo histórico”, señala. 

Una de sus tesis principales es que la clase media no existe en términos materiales…

No es que no existe la clase media sino que lo que llamamos clase media no es en verdad una clase, es decir, un grupo de personas que tengan la suficiente homogeneidad en su vida económica como para agruparse como clase a partir de esos intereses materiales. Lo que identifica a los sectores medios, que son muy heterogéneos no es el plano de los intereses materiales sino la identidad que asumieron en un momento particular en la Argentina. Yo cuestiono la teoría de que desde el momento en que existe un empleado, un médico, un almacenero y un maestro ya estamos en presencia de una clase media. Cada uno de estos grupos tiene una historia propia y solo confluyeron a partir del surgimiento de la identidad de clase media que yo sitúo como un proceso que comienza alrededor de 1920 y termina de cristalizar en la época del peronismo.

¿El uso del plural para hablar de los sectores medios sirve para pensar la heterogeneidad de esa clase social?

Ese es el problema de los que investigamos el tema de los sectores medios: las diferencias entre cada sector son enormes. Uno podría usar el plural y hablar de clases medias, en lugar de distinguir clase media-alta, media-media, media-baja, media profesional, media asalariada, y demás. El tema es que aun haciendo eso se las está unificando como parte de las clases medias, y lo que uno ve históricamente en Argentina es que hay sectores de los empleados que han estado asociados desde todo punto de vista con los trabajadores, más que con un abogado exitoso de Puerto Madero. Cuando uno los mete a todos dentro de la bolsa de la clase media está forzando relaciones de clase que empíricamente no se comprueban.

No obstante, las encuestas dicen que el 80% de la gente se autopercibe de clase media, por más que al desglosar esa “clase” las diferencias sean abismales.

Sí. Curiosamente, con un sueldo un poco por encima del mínimo y con vivir en una casa que no esté en una villa, un trabajador manual se considera dentro de ese 80%.  Lo que marcan las encuestas de autopercepción es que el porcentaje de la población que cree que es de clase media en Argentina es comparativamente bastante más alto que lo habitual en otros países. Inclusive, es más alto que en países europeos, donde desde el punto de vista material hay mucha más gente en condición no pobre que en Argentina.

¿Cómo se fue construyendo la identidad de clase media en Argentina?

Todas las identidades se construyen por oposición. La identidad de clase media se construye por diferenciación tanto de las clases bajas como de las altas, pero lo fundamental es la frontera que traza respecto del mundo de los de abajo. En la mayoría de los países, esa distinción se expresa en un sentido de superioridad cultural y moral. La decencia y la respetabilidad de la clase media y el sentirse ser superior respecto a la clase baja es algo común en todo el mundo, pero en Argentina se sumaron algunos elementos particulares. Uno es que la identidad de clase media se entretejió muy fuertemente con ciertas narrativas de la historia argentina, y que parte centralmente de la idea de que somos un país de inmigrantes europeos, quienes trajeron el progreso.

Sin embargo en su trabajo, usted hace referencia a un discurso que pronuncia Joaquín V.  González en 1920 en la Cámara de Senadores, en el cual hace un llamado a sus colegas a “ocuparse” de la clase media. Ese discurso era representativo del interés de un sector del establishment intelectual por instigar un “orgullo de clase media” para delimitarse del extranjero de acababa de llegar a suelo argentino, y que comenzaba a enrolarse en los primeros movimientos anarquistas y socialistas.

En la elite que convocó a los extranjeros en el periodo de la reorganización nacional hubo una gran ambivalencia en ese sentido. Estaba claro que era deseable que vinieran inmigrantes y particularmente europeos. La Constitución nacional lo decía explícitamente. Sin embargo, hay una contradicción entre ese tipo ideal con respecto a los inmigrantes que llegaron, que no eran los que Sarmiento soñaba. Él estaba pensando en inmigrantes del norte europeo. Muchos de los que llegaron, además de trabajar, se sumaron a huelgas y manifestaciones. Por eso hubo una gran ambivalencia y ciertas expresiones de desprecio de la elite respecto de los inmigrantes. Había una preocupación manifiesta por frenar la insurgencia obrera y el contagio de las ideas revolucionarias hacia sectores medios. De todos modos, lo que terminó de cuajar como rasgo dominante en la cultura argentina es la idea sarmientina de que lo europeo fue una contribución positiva y central en la Nación, porque traía el progreso. Esas narrativas nacionales tienen implícita una mirada racista, porque suponen que lo criollo y lo nativo es una rémora para ese progreso. La idea de que la clase media es descendiente de europeos trae aparejado una mirada discriminatoria respecto del bajo pueblo al cual se concibe como mestizado, negro y con carencias políticas y mentales de todo tipo.

Muchos dicen que la Unión Cívica Radical surgió como el partido de las clases medias. Aún hoy el radicalismo se alimenta de esa creencia.

Eso es un mito instalado entre otros por Gino Gemrani que no resiste el análisis empírico. Antes de que surgiera el peronismo, tenía un voto obrero muy importante y no recibía votos en particular de sectores medios. Además, los creadores del Partido Radical eran miembros de las clases altas, al igual que los conservadores.

Usted afirma que esa identidad de clase media termina de cristalizar durante el peronismo. ¿Fue una reacción a la amenaza que suponía el ascenso y movilización de la clase trabajadora?

El mejoramiento socio económico de los sectores bajos durante la época de Perón perjudicó concretamente a una serie de sectores que por esa razón estuvieron descontentos. A otros no los perjudicó, pero por una cuestión de jerarquías les molestaba estar ganando lo mismo que obreros. Desde el punto de vista simbólico, Perón colocó al trabajador como el centro de la Nación argentina, como el ciudadano ideal de la Nación y núcleo de su proyecto político. Hasta ese momento, el núcleo eran las llamadas “fuerzas vivas”, que eran los sectores medios y altos, los supuestos motores del progreso nacional. Al colocar al trabajador en el centro, generó una reacción de rechazo que ayudó a galvanizar a los sectores medios que hasta ese momento no estaban unificados como clase.

El peronismo fue un constructor de clase media, al menos desde el punto de vista de la movilidad social. Sin embargo, en el discurso oficial se vectorizaban mensajes ofensivos contra la identidad de los sectores medios. ¿Cómo se explica esta paradoja?

En realidad, muy tardíamente el gobierno peronista empieza a despreciar y atacar a la clase media. Inicialmente, esto no estaba presente, ni siquiera respecto del empresariado. Se hacía referencia al pueblo trabajador, pero esto incluía a los sectores medios. El pueblo peronista era la totalidad de los habitantes del país menos la oligarquía antipatria. Además, tuvo políticas que beneficiaron bastantes a diversos sectores medios. Dentro del peronismo empieza a haber una actitud de desprecio respecto de la clase media más bien hacia el final del gobierno cuando el campo antiperonista ya estaba movilizando una identidad de clase media como ariete contra el peronismo.

Más allá de que en doctrina justicialista prevalece la idea de la colaboración entre clases, ¿la cultura del peronismo de base no pone en juego un elemento clasista?

Es ambivalente. En el discurso de Perón y Evita siempre primó la visión contraria, de armonía de clases. Pero es cierto que el movimiento peronista, a nivel de bases, tuvo componentes clasistas muy fuertes, a pesar de sus líderes.

En los años 60, ciertas franjas juveniles de clase media empiezan a experimentar una izquierdización de sus creencias políticas y generan lazos organizativos fuertes con sectores populares. ¿Cómo analizás estas experiencias de solidaridad entre sectores medios y trabajadores en función de proyectos políticos de cambio social?

A pesar de los estereotipos que dicen que la clase media siempre es antipopular y siempre mira hacia arriba, si hay un rasgo que caracteriza la historia argentina es precisamente el contrario: el hecho de que durante todo el siglo XX han habido movimientos de base popular que han adquirido poder porque consiguieron ganarse una porción importante de los sectores medios. Los grandes movimientos populares argentinos, incluyendo los movimientos insurgentes de finales de los 60 y 70, tanto marxistas como peronistas, eran movimientos donde confluían sectores bajos y medios. La insistencia en fortalecer una identidad de clase media tiene que ver con quebrar esas solidaridades. Hay momentos donde la identidad de clase media funciona en un sentido de separar a los sectores medios de los bajos, como el 55 con el derrocamiento de Perón y el 83 con la victoria de Alfonsín. Hay muchos otros momentos donde más bien prima la solidaridad entre sectores medios y bajos. No solamente durante los años 60 y 70, sino también los años 20 y 30, y el 2001. Eso es un rasgo permanente de la política argentina en el siglo XX.

¿Cómo se resuelve la dinámica entre el poder político y los sectores medios durante el alfonsinismo?

El alfonsinismo fue leído en su momento como una victoria de la clase media, y por eso como una restauración del “país normal”. Las encuestas de la época muestran que hubo un relativo debilitamiento del orgullo obrero debido a los efectos de la dictadura que minaron la base obrera, pero también por el descrédito del peronismo después de la experiencia de los 70 y por cómo se reorganizó en los 80 con la figura de Herminio Iglesias que despertaba rechazos incluso en sectores trabajadores. Hay que recordar que en el 83, el peronismo perdió incluso en su bastión tradicional de la Provincia de Buenos Aires. Lo que podemos inferir es que en esa época la identidad de la clase media penetró hacia abajo a expensas del orgullo obrero que acompañó al peronismo en décadas anteriores.

¿En los 90 qué sucede?

Si los 80 fueron leídos políticamente como la victoria de la clase media, los 90 pueden ser leídos como la victoria de la clase alta, en el sentido de que por primera vez en la historia argentina, los proyectos políticos promovidos por las clases más altas fueron validados por el voto libre y voluntario, sin golpes de Estado ni coerciones de ningún tipo. El PJ durante los 90 fue expresión de los sectores de mayor poder económico, a pesar de su origen popular. En los 90, esta victoria política de las clases altas fue posible porque anteriormente se habían quebrado las solidaridades políticas entre los sectores medios y bajos. Contrariamente al prejuicio extendido, los sectores medios no apoyaron a Menem más que otros sectores, y de hecho fueron los primeros en retirarle el apoyo. El voto más fiel a Menem fue de las clases altas y las bajas. El menemismo fue muy disruptivo para la identidad de clase media, no sólo por el estilo chabacano que asumió la política sino también porque la cultura del neoliberalismo colisionaba con algunos valores de clase media, como por ejemplo que el dinero se hacía con el trabajo paciente, que el estudio era una condición sine qua non para el progreso en la vida. El menemismo fue más bien la época del dinero fácil y el individualismo más extremo. Los valores más asociados a lo culto tuvieron poco lugar en la época menemista, lo cual explica que los sectores medios hayan sido los primeros en abandonar la fantasía menemista.

El descontento social sumado a la acumulación de tensiones económicas implosionaron en 2001. Ahí se da la famosa comunión entre “el piquete y la cacerola”.

Esa solidaridad tiene una historia previa. La punta de lanza de resistencia al neoliberalismo en la Argentina fue motorizada por gremios nucleados en la CTA con origen principal en sectores medios, como los gremios docentes y estatales. No es que en 2001 hay un encuentro inesperado sino que hay una historia de resistencia que comienza alrededor de 1994.

¿Qué diferencias hay entre el peronismo clásico y el kirchnerismo en la relación que cada uno estableció con los sectores populares?

En los 40 y 50, prácticamente la totalidad de las clases populares y trabajadoras se identificaban con el peronismo. Era una identidad encarnada con una fuerza tal que pasara lo que pasara, la gente apoyaba a ese grupo político. En el momento actual, eso no se verifica. A pesar de que el kirchnerismo tiene apoyo mayoritario dentro de las clases populares, está lejos de ser unánime. Por otro lado, el tipo de identificación política en las clases populares del kirchnerismo no tiene la solidez que había en la época del peronismo histórico. No va de suyo hoy que una persona de clases populares vaya a ser kirchnerista durante toda su vida, contra viento y marea. Una porción del voto se fue con De Narváez en 2009 y con Massa en 2013. El voto puede irse a esos lugares y después volver. No es un compromiso de por vida como solía ser con el voto peronista en otras épocas.

En su libro “Orden y Progresismo, Martín Rodríguez afirma que el kirchnerismo es un movimiento de clase media y en ese sentido una continuidad del alfonsinismo.

En varios autores leí la idea de que el kirchnerismo encarna un movimiento de clase media. No veo de qué manera se puede sostener eso. A nivel del voto, es policlasista pero con una base muy fuerte en sectores bajos. Desde el 2008, el discurso se identifica muy fuertemente con las clases bajas. Los cuadros militantes son en general de clase media, pero eso es un rasgo de todos los grupos políticos de todas las épocas, incluso del peronismo histórico. No coincido con esa apreciación.

La sensación es que el kirchnerismo promueve mensajes contradictorios con respecto a la clase media. Por un lado, despliega un fuerte dispositivo comunicacional para ganar la adhesión de esos sectores, en lo que algunos gramsceanos K definen como la “batalla cultural”. Pero al mismo tiempo, el gobierno es muy crítico de los posicionamientos políticos de los sectores medios de las grandes urbes que adhieren a los cacerolazos y manifestaciones de tinte opositor.

En la relación con las clases medias del kirchnerismo hay un quiebre en 2008. En los discursos de campaña de Néstor Kirchner del 2003 hasta el 2008, las expresiones públicas respecto de la clase media eran muy elogiosas. Néstor insistió mucho con todo el imaginario tradicional de la Argentina de clase media, la movilidad social, los abuelos inmigrantes. Esto cambió muy fuertemente en 2008 por la dinámica política que se abrió entonces. Se retomaron conceptos y formas de pensar el país que eran más propias de la década del 60 y 70. Vuelven las denuncias contra la oligarquía, contra la antipatria. Como parte de ese repertorio vuelve el discurso de escarnio a la clase media propio de los ensayistas de los años 60, como el joven Sebreli, Jauretche y otros. A pesar de los prejuicios del gobierno y de su discurso, hay una porción muy importante de sectores medios –si bien no mayoritaria- que vota al gobierno. No hay polarización social. La polarización k vs antik que hay es política pero no coincide con un corte de clase.

¿Qué consecuencias tiene ese prejuicio del kirchnerismo respecto de la clase media?

Si uno ve las campañas presidenciales en Europa y Estados Unidos están plagadas de referencias elogiosas a la clase media y de hecho ni se habla de la clase baja. Es muy llamativo el caso argentino: que una Presidenta gane unas elecciones fustigando de esa manera las clases medias. Eso da la pauta que el discurso de desprecio a la clase media ha sido asumido por buena parte de los sectores medios, que también creen que la clase media es invevitablemente un grupo reaccionario, a pesar de que la evidencia histórica en Argentina más bien marca lo contrario. Ese discurso anti clase media surgió con mucha fuerza en los 60 y 70 justamente como parte del reencuentro de sectores medios con bajos sobretodo en la juventud, a través del peronismo y también a través del marxismo. El odio a la clase media era para desmarcarse de esa identidad con características tan antiplebeyas, y de esa manera  poder motorizar proyectos políticos de rencuentro con los sectores bajos. Ese discurso tiene resonancia en la actualidad.

Horacio Verbitsky afirmó el 18F y los cacerolazos previos acusan la misma composición social que la Marcha de la Constitución y la Libertad del 45 y la marcha del 2008 convocado por la Mesa de Enlace.

Es cierto que estas últimas manifestaciones están compuesta por gente de clase media-alta y sectores medios, pero eso no quiere decir que los sectores medios en su conjunto estén en esa marcha, porque políticamente no es un sujeto unificado. Me parece importante la aclaración. Es cierto que en estas manifestaciones se notó la poca presencia de la clase baja.

Algunos dicen que los sectores medios que se suman a convocatorias donde convergen los intereses del poder económico están proyectando cierta cuestión aspiracional.

Lo aspiracional es otro mito que yo trato de combatir. ¿Qué significa lo aspiracional? ¿Querer estar mejor? Si eso es aspiracional, la totalidad de la sociedad argentina quiere estar mejor y eso no tiene nada de malo. La cuestión es si querer estar mejor significa aplastar al pobre o no. Pero no hay en lo aspiracional una marca política inevitable.

¿Ese estereotipo peyorativo que tiene la izquierda y sectores del peronismo respecto de las clases medias no es un obstáculo para pensar en un proyecto político de cambio social?

Los estereotipos que plantean que la clase media es un grupo que políticamente unificado y con ideas inevitablemente pro clase alta y anti clase baja son un obstáculo para pensar la realidad políticamente, porque impiden ver la potencia que hay en la solidaridad entre al menos una porción de los sectores medios y las clases bajas. No conozco movimientos históricos de cambio social en ningún país que hayan podido ir lejos sin construir algún lazo de solidaridad entre sectores bajos y medios.



Último libro

Junto con los antropólogos Sergio Visacovsky y Patrica Vargas, Adamovsky viene de publicar hace unos meses el libro “Clases Medias. Nuevos Enfoques desde la Sociología, la Historia y la Antropología”. La publicación da cuenta del estado del arte del campo de investigaciones sobre sectores medios. “Desde un enfoque interdisciplinario, el libro pone en circulación en Argentina una serie de debates muy interesantes que se están desarrollando a nivel internacional, y que en nuestro país son poco conocidos”, explica Adamovsky. Una de las premisas de las que parten los investigadores es que no existe una clase media dada a priori “desde el momento en que hay médicos, empleados, maestros y comerciantes”, sino que la idea es pensar en qué condiciones sociales e históricas “esos grupos se conforman como clase media”.

La Historia en la sangre

“A los 15 o 16 ya sabía que quería ser historiador”, asegura Adamovsky, que fue el primero de su familia en terminar estudios universitarios. Si bien no se crió en un hogar de intelectuales, sí viene de una familia con una sostenida militancia política de izquierda, y ese factor –sospecha- fue decisivo a la hora de entender que a través de los relatos de la historia es posible en posible intervenir para cambiar la realidad. “Entre las múltiples variables que arman el mundo en el que vivimos, una de ellas son las historias que nos contamos acerca de quiénes somos y quiénes son los demás, y eso tiene una influencia directa sobre el modo en el que nos entendemos y, por ello, en el modo en que interactuamos”. Además de reivindicar su profesión, el historiador hace una defensa explícita de la política como herramienta de transformación, y  recuerda que desde que estaba en el secundario siempre tuvo participación en espacios de militancia social no partidaria. “Nunca dudé. Siempre supe que era historiador”. Ahora bien, el académico confiesa que siempre tuvo la fantasía de “tener otras vidas” y poder dedicarse a actividades artísticas, como música, cine, y escritura de ficción. “Pero la verdad es que todos los días elijo lo que hago, que me encanta”, remata.



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